CAPÍTULO 4
Sección “El mundo en general” – un resumen.
Primera parte: POBREZA
La pobreza no solo significa de la falta de dinero. Es un problema multidimensional e implica privaciones en educación, salud, alimentación, agua y saneamiento. La relación entre la pobreza y la salud mental es como una calle de doble sentido: la pobreza puede conducir a condiciones de salud mental y las condiciones de salud mental pueden conducir a la pobreza.
Uno de los efectos principales de la pobreza es el estrés que genera, el cual puede interferir con la capacidad de los cuidadores de brindar una crianza positiva de manera constante. El tiempo también importa. Cuanto más tiempo pasa un niño sometido a un ambiente desfavorecido, mayores son los riesgos a nivel de su salud mental. Además, la pobreza puede tener un profundo impacto psicológico en la capacidad de los niños y adolescentes para perseguir oportunidades y visualizar sus sueños. Afecta la toma de decisiones a largo plazo al privar a los jóvenes de la atención de sus necesidades inmediatas.
Los principales elementos de la pobreza, el acceso a oportunidades y la desigualdad de ingresos también pueden afectar la salud mental y el comportamiento. La asociación más común es entre la desigualdad de ingresos y la depresión, ya que la desigualdad de ingresos erosiona la confianza e interacciones sociales.
La pobreza y la salud mental exigen respuestas complejas y multisectoriales que protejan y promuevan una buena salud mental. Los programadores de transferencias de efectivo, por ejemplo, han mostrado resultados prometedores para el logro educativo, el uso de los servicios de salud, la seguridad alimentaria y el trabajo infantil.
Segunda parte: DISCRIMINACIÓN
Reconocer la interseccionalidad de los diferentes tipos de discriminación puede ayudar a resaltar las desventajas entrelazadas que afectan la experiencia de la discriminación y la salud mental.
Género: la discriminación basada en el género puede definir roles y responsabilidades que limitan las oportunidades, restringen el comportamiento y restringen las expectativas y la autoexpresión, todo lo cual puede afectar la salud mental y, en la mayoría de las sociedades, coloca a las niñas en desventaja. Los niños también pueden enfrentar roles de género restrictivos, en la medida en que los conceptos dañinos de masculinidad pueden obstaculizar su capacidad para expresar emociones o buscar apoyo.
Raza: en general, el racismo expone a los niños y jóvenes a la discriminación, las desventajas, los prejuicios, los estereotipos, las microagresiones y la exclusión social por motivos de raza o etnia. Las experiencias racistas pueden causar un efecto dominó en las familias y las comunidades, transmitiendo el trauma del cuidador al niño. En general, abordar el racismo y las raíces de la discriminación es esencial para salvaguardar la salud mental de muchos niños y jóvenes.
Discapacidad: con demasiada frecuencia, los niños y jóvenes con discapacidades enfrentan discriminación basada en identidades múltiples y entrecruzadas. A menudo son víctimas de prácticas generalizadas como la segregación de otros niños y jóvenes, la medicalización excesiva y la institucionalización. Abordar estas formas de discriminación exige un modelo de derechos humanos que reconozca la complejidad de las formas interseccionales de discriminación y considere el interés superior del niño.
LGBTQ+: un metanálisis de la salud mental de los jóvenes LGBTQ+ mostró tasas elevadas de intentos de suicidio, ansiedad y depresión. Los jóvenes que se identifican como no binarios pueden experimentar peores resultados de salud mental, menos apoyo social y un mayor riesgo de abuso y victimización. En particular, los hombres corren un mayor riesgo de victimización en la escuela, lo que afecta su desarrollo.
Grupos indígenas: a nivel mundial, los grupos indígenas enfrentan riesgos de discriminación para la salud mental, racismo, disparidades, etcétera.
Tercera parte: CRISIS HUMANITARIA El impacto de una crisis humanitaria en la salud mental de niños y jóvenes implica una combinación compleja de riesgos. Las crisis pueden implicar la interrupción de la educación, la exposición a la pobreza y la separación de los niños de sus principales cuidadores, entre otros. Las características específicas de las experiencias dentro de una crisis pueden tener diferentes consecuencias, ya que los incidentes se acumulan, resultando en lo que se conoce como el “efecto de dosis”: cuanto mayor es la exposición, mayor es el riesgo para la salud mental.
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Cuarta parte: LA PANDEMIA DE COVID-19 Y LA SALUD MENTAL
A nivel mundial, al menos uno de cada siete niños se ha visto directamente afectado por los confinamientos. Los niños y adolescentes que enfrentaron los riesgos de salud mental más significativos provenían de familias desfavorecidas, tenían condiciones de salud mental preexistentes o tenían antecedentes de experiencias infantiles adversas. Hubo una diferencia notable en la respuesta: las niñas tenían un mayor riesgo de síntomas depresivos, ansiedad y problemas de comportamiento, mientras que los niños tenían un mayor riesgo de abuso de sustancias. En general, los estudios indican que la pandemia impulsó aumentos de depresión, aunque en la mayoría de los estudios, los síntomas oscilaron entre leves y moderados.
El hecho de que la pandemia podría haber mejorado la satisfacción de vida de algunos niños y familias al aliviarlos de la presión escolar o permitirles pasar más tiempo juntos tiende a pasarse por alto.
Para concluir, los efectos de COVID incluyen, pero no se limitan a:
- Estrés y ansiedad;
- Depresión y comportamiento suicida;
- Problemas de comportamiento;
- Consumo de alcohol y sustancias;
- Cambios en el estilo de vida;
- Salud mental positiva
Quinta parte: TECNOLOGÍAS DIGITALES
El vínculo entre las tecnologías digitales y la salud mental
La pandemia de COVID-19 cambió la dinámica entre la tecnología y la educación al traer la oficina a casa. Para varias familias, la ausencia de acceso digital nunca se ha sentido más agudamente. Sin embargo, las tecnologías digitales han planteado una buena cantidad de preocupaciones entre los padres y los adultos jóvenes. ¿Cuán justificadas son estas preocupaciones? Las redes sociales y el tiempo frente a la pantalla pueden ayudar a ilustrar algunos de los temas más amplios de esta investigación.
En general, hoy día existe un cuerpo sustancial de investigación que indica solo una asociación mínima entre el uso de las redes sociales y la salud mental, incluida la depresión, la ansiedad y el bienestar. Hasta el momento, la evidencia en cuanto a una fuerte asociación entre las malas condiciones de salud mental en relación con el tiempo frente a la pantalla es limitada. A medida que incremente el porcentaje de gente conectándose digitalmente en los próximos años, más difícil será separar las experiencias fuera de línea con las ‘online’.
En las discusiones de grupos focales dirigidas por JHU, los participantes describieron cómo la tecnología digital era tanto útil como perjudicial para el bienestar general. Los principales argumentos incluyen el impacto de las redes sociales en la autoestima, la ciberviolencia, el efecto dañino de recibir comentarios hirientes y cómo la tecnología digital ayudó a su salud mental.
La tecnología digital se puede utilizar en el fomento de la capacidad. EMPOWER, una plataforma de capacitación digital que utiliza tecnología digital para capacitar y brindar orientación en tiempo real a los trabajadores de la comunidad sanitaria, incluidos enfermeros, trabajadores sociales y parteras, brilla como una de las intervenciones digitales prometedoras en uso en la actualidad.
Además, la tecnología digital se está utilizando para brindar tratamiento. Por ejemplo, la terapia cognitiva conductual computarizada (c-CBT) puede tratar moderadamente la depresión y la ansiedad entre los jóvenes de 10 a 24 años, y es particularmente eficaz en combinación con componentes presenciales para fomentar la adherencia.
CAMBIO CLIMÁTICO Y SALUD MENTAL
El cambio climático afectará profundamente el futuro de los jóvenes. Los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones y las olas de calor, aumentan la incertidumbre sobre las cosechas, la inseguridad del agua y los conflictos generalizados. En esencia, estos peligros exponen a los jóvenes a experiencias significativamente estresantes. Pero ¿se verá afectada su salud mental?
Sexta parte: RESILIENCIA
¿Qué hace que un niño o joven sea resiliente ante la adversidad? La evidencia muestra que la resiliencia es fundamental para la salud mental. En un estudio transcultural de resiliencia publicado en 2007, Michael Ungar y sus compañeros entrevistaron a 89 jóvenes en catorce lugares alrededor de once países. Llegaron a la conclusión de que la estabilidad requiere la capacidad de navegar las siguientes tensiones:
- Acceso a recursos materiales
- Relaciones saludables
- Identidad
- Poder y control
- Adhesión cultural
- Justicia social
- Cohesión
Hay múltiples factores que, en combinación, refuerzan la resiliencia y la salud mental. Sobre el cultivo de fortaleza, algunos temas apuntan a elementos críticos para la acción, entre ellos:
- La importancia de apoyar las necesidades y el bienestar de los padres y cuidadores
- Adoptar un enfoque multidisciplinario y multisistémico para brindar servicios de manera equitativa que refuercen la resiliencia
- Comprender y adaptar las intervenciones a múltiples contextos diversos
- Apoyar a las escuelas como entornos protectores e inclusivos para el aprendizaje y el desarrollo de los niños.
Séptima parte: EL MALTRATO
Algunos niños y jóvenes son privados de sus derechos humanos y sujetos a detención y malos tratos que, en muchos casos, pueden socavar su salud mental o agravar una condición existente. La angustia mental en tales entornos puede interpretarse como un reflejo de problemas de salud mental subyacentes, aunque a menudo responde a los malos tratos en sí. De particular preocupación para la salud mental son las instituciones de atención. Hay múltiples informes de abuso de niños en instituciones. También existe amplia evidencia de malos tratos en hogares, campos de oración e instituciones religiosas.
Frecuentemente, los servicios de salud mental perpetúan los estereotipos de las personas con una salud mental precaria como peligrosas. Sin embargo, las personas con discapacidades psicosociales tienen muchas más probabilidades de ser víctimas de violencia que los perpetradores.
¿QUÉ SE PUEDE HACER?
Es crucial adoptar una legislación que aborde los problemas de salud mental, basada en los derechos de las personas que la padecen. Los niños y adultos jóvenes con problemas de salud mental no solo deben ser tratados como pacientes sino como individuos con derechos; individuos que, en virtud de sus capacidades en evolución, pueden desempeñar un papel activo en su comunidad a través de la toma de decisiones directa o apoyada. Además, se requiere comunicación, promoción y colaboración con los líderes comunitarios, incluidos los curanderos.
Escrito en su idioma original (inglés) por Xhina Çekani
Traducido por Olga Ruiz Pilato de [World Children: Risk Factors Associated With Mental Health]
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