El Estado Mundial de la Infancia 2021
Parte I
Un problema apremiante
Según el informe de UNICEF sobre los niños de hoy en día, una buena salud mental equivale a un estado positivo de bienestar. De hecho, el estado mental de un individuo proporciona la lente a través de la cual un individuo experimenta el mundo e impacta profundamente en las experiencias vividas.[1]
En este sentido la salud mental subyace en actividades como pensar, sentir, aprender, trabajar y relacionarse con los demás. Del mismo modo, una persona con una salud mental precaria y que padece una enfermedad mental experimentaría la vida de forma menos saludable.
Este texto señala la preocupante cantidad de niños y adolescentes que viven con condiciones de salud mental, como depresión, ansiedad y trastornos de conducta y atención en el mundo actual. Estos trastornos dificultan significativamente su experiencia de vida. La atención adecuada y el derecho a una vida sana son derechos fundamentales.
Sin embargo, la noción de salud mental y la su necesidad de su protección se ignora continuamente por el sector legislativo, ya que todavía está plagada de estigmas y su naturaleza no es comprendida adecuadamente por todos los miembros de la sociedad. Por extensión, la legislatura tiende a optar por el silencio en lugar de redactar políticas que abordan las enfermedades mentales.
En particular, la vida de quienes padecen enfermedades mentales se puede contar en días, meses o años de oportunidades y vidas perdidas. Esta pérdida podría calcularse en capital humano, pues estas personas participarían en sus comunidades de manera más fructífera si fueran atendidos adecuadamente. Las sociedades deben reconocer sus intereses directos y mejorar el acceso a la atención de la salud mental.
¿Qué es la salud mental?
Esta sección del informe tiene como objetivo definir y explicar el concepto de salud mental. Curiosamente la noción de salud ha encapsulado históricamente las comprensiones físicas y aún desencadena imágenes de capacidades físicas como el ejercicio. El término “salud mental”, por otro
lado, a menudo genera conceptos erróneos como “loco” e “inestable”, lo que refuerza una noción binaria de la salud mental. Por lo tanto, una persona es vista como estable o “loca”. En otros casos, la atención de la salud mental suele relegarse como un lujo más que como un derecho. De hecho, a diferencia de la salud física que se ha vuelto muy importante con el desarrollo de la tecnología, la mala salud mental rara vez se evalúa como tal. En cambio, diagnósticos como “pensar demasiado” y “todo está en tu cabeza” se han adoptado como generalizaciones comunes. A pesar de esto, la “salud mental” se refiere al estado real de salud más que a la falta de desorden. La comprensión positiva de la salud mental se ha definido como “un estado dinámico de equilibrio interno” que implica la capacidad de utilizar habilidades sociales, emocionales y cognitivas para navegar eficientemente por la vida, así como la capacidad de “disfrutar la vida y lidiar con los retos a los que nos enfrentamos”.[2]
El trastorno mental se define como un conjunto de condiciones con diferentes síntomas.[3] La Organización Mundial de la Salud ha definido la enfermedad mental como “ansiedad, depresión, esquizofrenia y dependencia del alcohol y las drogas”.[4]
En el caso de los niños, niñas y adolescentes, la salud y el bienestar mental derivan directamente de la implicación íntima de sus cuidadores en su vida.
El espectro de la salud mental
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Parte II
La siguiente sección enfatiza los diferentes matices y niveles de salud y enfermedad mentales. De hecho, un trastorno mental junto con el bienestar mental puede coexistir. Por otro lado, una persona que no presenta un trastorno diagnosticado puede tener una salud mental débil. Por esta razón, ver la salud mental como un binario con los trastornos mentales por un lado y la estabilidad mental por el otro es una descripción inexacta del continuo de la experiencia humana con la salud mental.
En primer lugar, el informe analiza la gran cantidad de posibilidades en ausencia de trastornos mentales. Se han inventado escalas para medir el nivel de salud mental positiva o negativa. Algunos
indicadores son la auto aceptación, el optimismo, la resiliencia, las relaciones positivas con la familia y los compañeros, un sentido de propósito en la vida y sentimientos de crecimiento o logro.[5] Otros marcos se centran en cómo las personas se ven a sí mismas en su vida pública, incluyendo su sentido de aceptación social e integración en una comunidad. Curiosamente, la salud mental no es lineal, por lo que un niño experimentará niveles diversos de salud mental a lo largo de su vida.
En segundo lugar, el artículo arroja luz sobre la variedad de condiciones de salud mental. Los trastornos existen en un continuo y, de hecho, las condiciones pueden ser manejables, progresivas o graves, de modo que un niño podría presentar cualquiera de ellas. Los trastornos más comunes de este espectro son la ansiedad, la depresión, la psicosis y los trastornos por dependencia de alcohol y drogas. También podemos encontrar el trastorno bipolar, alimenticio, el espectro autista, trastorno de conducta, el abuso de sustancias, la discapacidad intelectual idiopática, el trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) y grupos de trastornos de personalidad.[6] Términos como “ansiedad” y “depresión” se han abierto camino en el lenguaje cotidiano de manera que no siempre se refiere a los trastornos diagnosticables.
Por último, este trabajo enfatiza la importancia del contexto para comprender el continuo de la salud mental. De hecho, comprender el estado mental de un niño significa comprender su contexto cultural particular. Los valores sociales y familiares, la edad y la clase moldean expectativas e influyen tanto en el estado de salud mental del individuo como en la comprensión general de la noción de este. Las expectativas con respecto al crecimiento y la realización personal evolucionan a lo largo de la vida de un niño y dependen del entorno, la comunidad y los compañeros del niño. En consecuencia, para evaluar adecuadamente la salud mental, se deben considerar los contextos culturales, sociales y políticos.
Sobre cifras sobre salud mental y trastornos mentales en niños
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Parte III
Esta sección ilustra el coste humano de la salud mental precaria y las discapacidades. Las condiciones de salud mental y su falta de atención adecuada son la principal causa de muerte, enfermedad y discapacidad en la mayoría de los países, independientemente de su desarrollo. Este es especialmente el caso durante los últimos años de adolescencia.
Conclusiones principales:
– Se estima que 86 millones de adolescentes de 15 a 19 años y 80 millones de 10 a 14 años (o el 13 % de los adolescentes en total) vivían con un trastorno mental en 2019.
– Los varones adolescentes tienen más probabilidades de sufrir trastornos, independientemente de la edad. Sin embargo, las niñas tenían más probabilidades de experimentar angustia psicológica, falta de satisfacción con la vida o una sensación de prosperidad y felicidad (40) en 2021.
– América del Norte, Oriente Medio y el Norte de África, seguidos de Europa Occidental, exhiben los porcentajes más altos de trastornos mentales (18,6 % para niños y 16,3 % para niñas; 17,3 % para niños y 16,8 % para niñas; 17 % para niños, y 16,1% para niñas, respectivamente). El patrón es el mismo dentro de los dos grupos de edad de adolescentes.
– A nivel mundial, los trastornos de ansiedad y depresión son los trastornos más comunes entre los adolescentes de 10 a 19 años (56,3 % para las niñas y 31,4 % para los niños). [Figura 1.3, pág. 37]
– Alrededor de 45.800 adolescentes al año se quitan la vida. Esto equivale a uno cada once minutos, y el riesgo aumenta con la edad.
– El suicidio es la quinta causa más frecuente entre los adolescentes de 10 a 19 años y la cuarta entre los de 15 a 19 años. [Figura 1.4, pág. 38]
– El suicidio es responsable de la muerte de 5 de cada 100.000 niñas al año, y 6 en el caso de los niños. [Figura 1.4]
– En Europa del Este y Asia Central, el suicidio es la principal causa de muerte entre los adolescentes de 15 a 19 años. Es la segunda causa más frecuente en América del Norte, Europa occidental y el sur de Asia.
Precauciones de lectura de datos
En esta sección, el informe destaca los riesgos de interpretar los datos como verdad absoluta. Históricamente, el suicidio no se ha sido bien investigado, y por lo tanto las estadísticas se consideran de mala calidad. Además, el estigma en torno al suicidio, junto con su criminalización en ciertos países, afecta la disponibilidad de datos. A menudo, la causa de la muerte se registra como “causa desconocida”. Este es particularmente el caso de los suicidios infantiles, ya que las familias no informan la muerte como un suicidio para minimizar el estigma social.
La carencia de registro se encuentra, además, en los problemas de salud mental ya que, en la mayoría de los lugares, los datos no se recopilan ni se utilizan para desarrollar las políticas apropiadas. Además, en los países donde se recopila información, se utiliza una variedad de métodos, lo que dificulta la comparación.
La precisión de los datos es el primer paso para comprender la gravedad del problema y redactar la respuesta necesaria. Para generar estos datos, la inversión debe aumentar. No obstante, la inversión en investigación sigue estancada en torno a los 3,700 millones de dólares al año, lo que equivale a 0,50 dólares (dólares estadounidenses) por persona al año. Tan solo el 33% del presupuesto se gasta en investigación sobre salud mental. Particularmente, solo el 2,4% de esta financiación de la investigación se gasta en países de ingresos bajos y medios, en los que vive el 84% de la población mundial. Sin embargo, se predijo que el costo de abordar la salud mental alcanzaría los $6 billones para el 2020, manteniendo así la brecha entre lo que se necesita y lo que se hace.
El estigma como el principal obstáculo para la investigación y las políticas de salud mental y los costos abrumadores que asegura
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Parte IV
Si bien los últimos años se han caracterizado por una mayor concienciación sobre la salud y las enfermedades mentales, el estigma que las rodea sigue siendo frecuente. Específicamente, el estigma impide la implementación de mejores sistemas de apoyo para los jóvenes. Los jóvenes han afirmado que hablar sobre las condiciones mentales a menudo es más incapacitante que la condición en sí. En muchos casos no piden ayuda por miedo. Este estigma está profundamente arraigado en la cultura ya que, desde los seis años, los niños ya asocian las condiciones mentales con palabras como “loco”.[7] Este fenómeno se enfatiza para los niños, ya que las normas sociales de género masculino consideran que la vulnerabilidad es “poco masculina”. Los chicos son, en este sentido, más susceptibles a la estigmatización.
Los riesgos individuales y estructurales del estigma
El estigma puede tener una influencia tanto a nivel individual como colectivo. En la escala individual, un niño puede internalizar sentimientos de culpa, vergüenza o baja autoestima. El estigma influye en las acciones, las emociones y las estrategias de afrontamiento de los niños, así como en el sentido de identidad. Principalmente, el estigma impedirá que la persona obtenga ayuda y revele su condición a familiares y amigos. El estigma influye en la salud mental en ambos extremos; puede desencadenar un trastorno mental y exacerbar uno existente. Su naturaleza es estructural, incrustado en la legislación debido a la falta de investigación, montos presupuestarios y cobertura médica para los tratamientos. En Francia, los psicólogos no reciben reembolsos de la Seguridad Social. Además, el estigma puede conducir a una falta de respuesta institucional a los problemas de salud mental.
El coste de la inacción
El desconocimiento institucional en temas de salud mental tiene un coste humano y financiero, el cual ha sido calculado estimando el valor que los niños y adolescentes hasta los 19 años aportarían a sus economías si no padecieran condiciones de salud mental. Estos cálculos se basan en años de vida perdidos por discapacidad y muerte. McDaid y Evans-Lacko calcularon que la pérdida anual de capital humano debido a condiciones de salud mental asciende a 340,2 mil millones de dólares. Este número considera la carga financiera que estas condiciones tienen sobre los sistemas de educación en salud y justicia penal.[8]
Retorno de la inversión
Invertir en salud mental da como resultado rendimientos positivos. Por ejemplo, las empresas que invierten en el bienestar de sus empleados recibirán un retorno de 5 dólares por cada dólar invertido. Este retorno explica la mejora financiera, pero también en felicidad y productividad. De la misma manera, los programas escolares de bienestar mental para niños y adolescentes arrojan un retorno de $21,5 por cada $1 invertido en un período de 80 años.[9] El retorno de la inversión más significativo se registró en los países de ingresos medianos bajos, con un retorno de $88,7 por cada dólar invertido. Los países de bajos ingresos exhiben una mayor proporción de la población de niños y adolescentes.[10] Este resultado proporciona una justificación adicional para la inversión en salud mental en su caso.
* Resumida por Maya Shaw de Mental Health section of The State of the World’s Children 2021
* Traducido por Olga Ruiz Pilato de [What is mental health, and why should we refine our understanding of the issue?]
1. ‘The State of the World’s Children 2021’ https://www.unicef.org/reports/state-worlds-children-2021
2. United Nations Children’s Fund Regional Office for Europe and Central Asia, All Children Returning to School and Learning: Considerations for monitoring access and learning participation during and beyond the COVID-19 pandemic, UNICEF Europe and Central Asia, Geneva, 2020; United Nations Children’s Fund Brazil, Cenário da exclusão escolar no Brasil: Um alerta sobre os impactos da pandemia da COVID-19 na Educação, UNICEF Brazil, Brasília, April 2021; United Nations Children’s Fund, COVID-19: A threat to progress against child marriage, UNICEF, New York, 2021; International Labour Organization and United Nations Children’s Fund, COVID-19 and Child Labour: A time of crisis, a time to act, ILO and UNICEF, New York, 2020; Azevedo, Joao Pedro, et al., ‘Learning Losses due to COVID19 Could Add Up to $10 Trillion’, World Bank Blogs, 10 September 2020, https://blogs.worldbank.org/education/learning- losses-due-covid19-could-add-10-trillion .
World Health Organization, updates for the 2020 World Mental Health Atlas, forthcoming.
3. World Health Organization, Mental Health Action Plan 2013–2020, WHO, Geneva, 2013, p. 38.
4. WHO, Social Determinants of Mental Health, p. 13.
5. Barry, ‘Addressing the Determinants of Positive Mental Health’.
6. World Health Organization, WHO Methods and Data Sources for Global Burden of Disease Estimates 2000–2019, WHO, Geneva, December 2020, p. 25.
7. Kaushik, Anya, et al., ‘The Stigma of Mental Illness in Children and Adolescents: A systematic review’, Psychiatry Research, vol. 243, 2016, pp. 469–294.
8. Ibid, 8.
9. RTI International, ‘The Return on Investment for School- Based Prevention of Mental Health Disorders’, background paper for The State of the World’s Children 2021, United Nations Children’s Fund, May 2021.
10. United Nations Department of Economic and Social Affairs Population Dynamics, ‘World Population Prospects 2019: Data query’, https://population.un.org/wpp/DataQuery/.
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