Escrito por Dimitrios Chasouras y Jimena Villot López
Introducción
Los Estados Unidos de América es uno de los países más ricos del mundo, con un PIB de 25 billones de dólares en 2022.i Sin embargo, en 2020, el gasto en educación fue del 12,7 % del gasto total del gobierno ese año.ii Esta asignación presupuestaria refleja el sistema de financiación de las escuelas en EE.UU., donde el apoyo financiero se divide entre los ingresos del gobierno y los recursos locales, lo que vincula los presupuestos escolares a sus respectivos distritos. Este modelo de financiación crea una gran brecha en las oportunidades educativas disponibles para los estudiantes. Las escuelas en áreas más ricas, con bajos porcentajes de pobreza, se benefician de un gasto significativamente mayor por estudiante, en contraste con aquellas en zonas económicamente desfavorecidas, que cuentan con presupuestos más bajos. Los efectos de esta brecha en la educación son cada vez más evidentes en la vida y el rendimiento académico de los estudiantes.
Otro problema abordado en este artículo es la constante presencia de casos de violencia armada en las escuelas, que constituye otro de los mayores desafíos a los que se enfrentan las instituciones educativas en Estados Unidos. La combinación de limitaciones de recursos y preocupaciones de seguridad provocadas por la violencia armada representa una amenaza multifacética para el bienestar y la seguridad de los estudiantes en todo el país. Ambos problemas se tratarán por separado, abordando las complejidades que los rodean, junto con posibles medidas para solucionarlos, o al menos intentarlo. Es importante recordar que la educación es vital en el desarrollo de un niño y, por lo tanto, es fundamental que estos problemas se tomen en serio. Además, es necesaria la atención por parte del gobierno y de las autoridades locales para implementar estrategias integrales (como planes financieros, medidas de seguridad y apoyo en salud mental) que garanticen la seguridad y el bienestar de todos los estudiantes, independientemente de su origen socioeconómico o étnico.
Violencia armada y consecuencias en las escuelas
Con aproximadamente el 50 % de los hogares estadounidenses teniendo al menos un arma de fuego registrada y un aumento exponencial en la fabricación de armas,iii los incidentes de violencia armada han aumentado drásticamente en los últimos años, tanto en los hogares como en espacios públicos, incluidas las escuelas. Los incidentes incluyen suicidios, agresiones y tiroteos escolares, lo que ha convertido a las armas de fuego en la principal causa de muerte entre niños y adolescentes. El 76 % de los tiroteos escolares han sido perpetrados por estudiantes que obtuvieron armas de sus propios hogares o de familiares.iv En comparación con otros países de altos ingresos, los niños de entre 5 y 14 años tienen 21 veces más probabilidades de recibir un disparo, mientras que los adolescentes de entre 15 y 24 años tienen 23 veces más probabilidades.v Además, alrededor de 4,000 niños y adolescentes (de entre 0 y 19 años) son asesinados cada año por armas de fuego, mientras que 15,000 resultan heridos, lo que equivale a un promedio de 53 niños heridos por día. Estas estadísticas evidencian un problema grave que afecta la vida cotidiana tanto de adultos como de menores en los Estados Unidos. Los sobrevivientes de la violencia armada deben enfrentarse a una multitud de problemas psicológicos y mentales, como el miedo a la muerte y el trastorno de estrés postraumático (TEPT),vi lo cual puede llevar a comportamientos violentos y al abuso de drogas o alcohol.
Para combatir la violencia armada en los centros escolares, algunos estados han aprobado leyes que permiten, e incluso obligan, la posesión autorizada de armas en el campus.vii Las escuelas, colegios y universidades aún tienen la decisión final sobre las políticas de seguridad con armas (por ejemplo, la posesión de armas por parte del personal escolar), pero debido al aumento de incidentes, las legislaturas estatales continúan promoviendo dichas políticas. La mayoría de los intentos por reducir los tiroteos escolares han sido reacciones posteriores, como campañas gráficas llamativas, mentoría de adultos y compañeros, entre otros.viii De todas las opciones, las soluciones basadas en la comunidad son las más sugeridas, ya que tienden a adaptarse mejor a los problemas específicos que enfrenta cada estado, escuela o distrito. Desafortunadamente, ciertos distritos no pueden aplicar tales programas debido a la falta de fondos.
Los resultados de las políticas y programas mencionados no han logrado grandes cambios en la frecuencia de los incidentes con armas, y la mayoría de los estudiantes se sienten cada vez más amenazados e intimidados.ix Las escuelas que han implementado programas de seguridad armada, han autorizado la posesión de armas o han incrementado la presencia de las fuerzas del orden han asumido costos financieros adicionales que no pueden cubrir. Al mismo tiempo, los estudiantes que participan en simulacros de tiroteos experimentan mayores niveles de depresión, estrés, ansiedad y miedo a morir.
Algunos investigadores sugieren que leyes de armas más estrictas tienen efectos contrarios a los esperados, como una disminución en la probabilidad de faltar a clases por miedo, portar un arma en el campus o resultar herido.x
Los desafíos derivados de la violencia armada y las soluciones propuestas afectan de forma desproporcionada a los estudiantes según su origen étnico.xi En particular, los adolescentes negros tienen 17 veces más probabilidades de morir por homicidio y 13 veces más probabilidades de ser hospitalizados por agresión con arma de fuego en comparación con adolescentes blancos; mientras que los jóvenes latinos tienen 2,7 veces más probabilidades de morir por homicidio.xii Estas estadísticas se mantienen incluso dentro de los mismos estados y ciudades, lo que crea desafíos desiguales entre estudiantes. Las decisiones políticas existentes y la falta de inversión en ciertas zonas urbanas han dejado a las comunidades afroamericanas y latinas con dificultades para implementar programas o brindar apoyo a las víctimas debido a la falta de recursos, pobreza y desempleo, lo que ha provocado un aumento de la violencia armada en los últimos años.xiii
El gráfico proviene de CDC, Wonder.
Incluso cuando se implementan leyes de seguridad armada, los estudiantes afroamericanos tienden a sentirse más amenazados por la presencia de armas y fuerzas de seguridad en el campus en comparación con otros grupos. xiv Por otro lado, los estudiantes blancos, aunque tienen menos probabilidades de morir por violencia armada, corren un mayor riesgo de suicidio cuando hay armas presentes en su hogar y/o escuela. Evidentemente, la violencia armada plantea desafíos significativos para estudiantes en todo Estados Unidos, aunque las comunidades y grupos étnicos experimentan distintos tipos y niveles de amenaza. Esto ha afectado el rendimiento escolar general en términos de asistencia, notas, tasas de graduación, sensación de seguridad y percepción del riesgo.
Consecuencias de la falta de financiación en el proceso de aprendizaje
Manifestación de profesores por la financiación de la educación en Los Ángeles. Foto de LaTerrian McIntosh en Unsplash.
Desde el siglo XIX, las escuelas públicas en Estados Unidos han sido financiadas principalmente por fuentes locales y estatales, siendo los impuestos a la propiedad la fuente principal de financiación local.xv Esto significa que el dinero utilizado para financiar una escuela en un determinado distrito proviene de los impuestos a la propiedad pagados por los propietarios de viviendas en ese mismo distrito. La ventaja de este modelo es que garantiza un control local, lo que permite asignar el presupuesto según las necesidades y prioridades específicas de cada comunidad escolar. Sin embargo, también conlleva desventajas significativas.
La financiación de la educación depende en gran medida de los impuestos a la propiedad, lo que genera desigualdades entre escuelas en zonas ricas y en zonas desfavorecidas. Este modelo ha dejado a muchas escuelas luchando por proporcionar los recursos y oportunidades que los estudiantes necesitan. Las escuelas en vecindarios acomodados, o incluso aquellas con menos estudiantes de bajos ingresos, reciben significativamente más financiación por estudiante que las que se encuentran en zonas con altos índices de pobreza. Por ejemplo, en 2020 en Illinois, la Escuela Primaria Golfview atendía a 550 estudiantes, de los cuales el 86 % eran considerados de bajos ingresos. Por otro lado, la Escuela Primaria Algonquin Lakes tenía 425 estudiantes, con menos del 50 % considerados de bajos ingresos, y Algonquin recibía más de 2.000 dólares más por estudiante cada año que Golfview.xvi Esto implica que las necesidades educativas de los niños en Algonquin tienen más probabilidades de ser satisfechas, mientras que los estudiantes de Golfview quedan en desventaja.
Otra de las consecuencias de las desigualdades en la financiación es la escasa remuneración que reciben los educadores. Para llegar a fin de mes, muchos docentes se ven obligados a trabajar en varios empleos. La demanda de un salario digno es cada vez mayor, ya que los educadores comprometidos necesitan poder dedicar toda su energía a su trabajo en lugar de preocuparse por su estabilidad financiera. Esto va más allá de una compensación justa: también afecta la calidad de la enseñanza.
La escasez de maestros está agravando los problemas en las escuelas públicas. Las escuelas con más recursos económicos, con estudiantes provenientes de familias de altos ingresos, tienden a contratar maestros más experimentados y calificados, lo cual también implica costos más elevados. Desde la pandemia, muchas escuelas han tenido dificultades para contratar maestros calificados, y la mayoría de las escuelas en zonas de bajos ingresos no pueden ofrecer salarios competitivos. Esto ha reducido drásticamente el número de postulantes para cubrir los puestos vacantes.xvii Como respuesta, algunos estados han comenzado a flexibilizar los requisitos de acreditación, permitiendo que personas sin certificación docente ocupen estas vacantes, lo que afecta directamente la calidad de la educación. Christopher Blair, exsuperintendente del condado de Bullock, Alabama, afirmó en 2022 que “cuando tienes maestros no certificados, de emergencia o sin experiencia, los estudiantes están en aulas donde no recibirán el nivel de rigor ni las experiencias de aprendizaje necesarias.”xviii
Las consecuencias de esta escasez también se reflejan en aulas superpobladas, lo que dificulta que los maestros ofrezcan atención individualizada y apoyo a cada estudiante. En 2022, CNN visitó una escuela en las afueras de Phoenix donde una maestra informó que tenía más de 70 estudiantes en su clase de biología.xix Esto afecta tanto a los estudiantes, que no reciben atención personalizada, como al profesorado, que sufre de estrés y agotamiento por manejar grupos tan grandes. Además, el uso de libros de texto desactualizados y la escasez de materiales escolares siguen siendo problemas comunes en escuelas con financiación insuficiente.
Como se ha analizado, el modelo de financiación de las escuelas públicas ha generado una división profunda en la calidad de la educación que reciben los estudiantes en todo el país. Si bien ofrece ventajas como el control local y una fuente de ingresos constante, las desventajas son más pronunciadas. Las escuelas en zonas más acomodadas o con menos estudiantes de bajos ingresos reciben significativamente más financiación por estudiante que aquellas en zonas empobrecidas, lo que resulta en un acceso desigual a recursos y oportunidades, perpetuando así las desigualdades educativas.
Otro problema grave vinculado a la falta de financiación es la escasa compensación de los docentes, que deben buscar empleos adicionales y tienen menos posibilidades de enfocarse completamente en su labor educativa. Esto reduce el número de maestros experimentados dispuestos a trabajar en zonas de alta pobreza y empeora la calidad de la enseñanza en esas comunidades. A esto se suman las aulas superpobladas, los libros obsoletos y los materiales insuficientes, que en conjunto representan un desafío serio para el sistema educativo público en Estados Unidos. Cerrar la brecha de financiación y abordar la escasez de docentes son pasos esenciales para garantizar que cada niño, independientemente de su contexto socioeconómico, tenga acceso a una educación de calidad.
De hecho, aunque se ha debatido el valor de aumentar la financiación educativa, investigaciones recientes indican que, cuando los fondos se destinan a escuelas de alta pobreza y se utilizan adecuadamente (por ejemplo, para contratar maestros experimentados, trabajadores sociales o para programas de apoyo académico), pueden tener un gran impacto en el éxito estudiantil.xx
Conclusión
Puede considerarse que la violencia armada y las disparidades en la financiación escolar son problemas interrelacionados que obstaculizan la educación de los estudiantes por diversas razones. En primer lugar, cuando las escuelas no cuentan con el presupuesto necesario para contratar al personal requerido, como docentes, también implica que no pueden costear personal de seguridad para controlar quién entra y sale del recinto. Además, esto también afecta la contratación de trabajadores sociales, psicólogos escolares y personal especializado en brindar apoyo emocional a los estudiantes tras situaciones peligrosas que puedan ocurrir.
Como se discutió en la primera sección, una de las propuestas para proteger a las escuelas de la violencia armada ha sido armar a los docentes en caso de emergencia. Esta medida puede ser perjudicial por varias razones: podría generar un entorno inseguro para los niños y, al mismo tiempo, desincentivar a los maestros a trabajar en centros educativos donde se les exija portar armas para su protección.
Esto también está vinculado con la división distrital, ya que los factores comunitarios y socioeconómicos pueden afectar indirectamente la seguridad en las escuelas. Los centros educativos ubicados en distritos o vecindarios económicamente desfavorecidos enfrentan desafíos adicionales, como mayores tasas de criminalidad y exposición a la violencia comunitaria.
Es importante destacar que la financiación educativa y la distribución de recursos desempeñan un papel en la mejora de la seguridad escolar y la prevención de la violencia armada; sin embargo, esto representa solo una parte de la solución. Algunas estrategias adicionales para prevenir la violencia con armas incluyen el fortalecimiento del apoyo a la salud mental mediante consejeros escolares, esfuerzos contra el acoso escolar y la participación activa de la comunidad. A nivel local o regional, los líderes distritales y políticos también deben abordar los factores subyacentes que pueden llevar a una persona a recurrir a la violencia y adoptar medidas responsables de control de armas.
La educación es uno de los pilares más importantes en el desarrollo de un niño, y cualquier medida que la obstaculice o limite debe ser enfrentada con seriedad. Garantizar un entorno escolar seguro y protegido es un reto complejo que requiere un compromiso firme a nivel nacional.
Referencias
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